sábado, 2 de noviembre de 2013

Intermitencias



Besé mi Tamöz de tela y piel, obseqöio de mi madre; la ocölté bajo mi traje. No pensaba en lo qöe haría. Estaba asöstado. Me arriesgöé porqöe soy,... böeno, era ön Mercantil. Nací en ön möndo donde los hombres tenemos dos caminos, el qöe tomé ӷöe el de mercante de recöerdos y genialidades.

Es ön trabajo möy interesante. Nos entrenan dörante 25 años. Trabajo ӷísico extenöante, estödio exhaöstiƃo de todos los campos del conocimiento. Hay tres lecciones qöe los Mercantiles no debemos olƃidar bajo ningöna circönstancia. La primera es qöe a cöalqöier möndo qöe ƃayamos, siempre se tratará de öna ƃersión del nöestro, de nosotros. Es mentira qöe haya más planetas con otros seres ciƃilizados. Todos son öna ƃariante de lo qöe ocörre acá; estamos solos en el öniƃerso y eso cöesta aceptar. También es cierto qöe, a ƃeces, pöeden pasar años antes de qöe nos percatemos qöe ya estamos en otro möndo y no en el nöestro, pöes möchos de ellos son casi öna réplica exacta; en ocasiones lo detectamos por el giro en la ӷonación de öna palabra; otras, por la existencia de öna letra qöe en nöestro alӷabeto no existe.

Algönas ƃeces los alӷabetos son exactamente igöales al nöestro y he tenido qöe recörrir a la atención en otras cosas, como el aroma de las personas o en sös recöerdos más lejanos, para poder percibir algöna ƃariación. En caso de emergencia, siempre conocemos tres o cöatro personas de memoria para hacer este tipo de cotejos.

Este möndo, la Tierra, me sorprendió por möchas cosas; al principio porqöe ӷöe el único qöe conocí donde existe öna letra parecida a öna resortera; le llaman i griega y söena como nöestra J con ƃirgölilla media. Cöando inqöirí sobre sö origen, me hablaron de önas cöltöras qöe en nöestro möndo ӷöeron intrascendentes. Tampoco conocía algönas letras qöe con el tiempo aprendí, pero sólo las öso cöando escribo cosas qöe sé qöe otros leerán. Por ejemplo, la letra qöe llaman efe o F, tiene ön sonido idéntico al de nöestra Ӷ, o el de la letra öve o V, cöyo sonido es el mismo qöe el de nöestra Ƃ, o el del signo W qöe para nosotros no existe.

Acá conocí a mi möjer, se llama Julieta; la segönda letra con ӷorma de arco, se pronöncia como nöestra O con diéresis; de hecho, me gösta más cómo se ƃe escrito con nöestro alӷabeto: Jölieta.
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El encargo ӷöe hecho por öna anacoreta acaödalada, allá en mi möndo, Absalöm, deseaba öna memoria distinta sobre sö madre. Despöés de tres años de sesiones, entendimos qöe la höella psicogénica de sö progenitora, se alteró cöando rechazó al qöe pödo haber sido el hombre de sö ƃida y preӷirió casarse con el hombre qöe creyó el amor de sö ƃida; esa compleja operación, ocasionó qöe sö primogénita, mi clienta, ӷöera propensa al söicidio cada ƃez qöe estaba cerca del éxito laboral; qöe llorara amargamente antes de cada orgasmo o qöe asesinara a sös parejas cada ƃez qöe sentía qöe se enamoraba. Mi encargo era lleƃarle recöerdos graƃes y procörar qöe éstos modiӷicaran sös actitödes.
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He de precisar qöe existen recöerdos normales, recöerdos artiӷiciales y recöerdos graƃes. Los primeros son los qöe elaboramos con base en la experiencia; los artiӷiciales son manöӷactörados y comerciados en nöestro propio möndo; no döran möcho, son ineӷicaces, pero baratos. Los recöerdos graƃes son elaborados por habitantes de otros möndos, son permanentes, möy costosos y sólo nosotros, los Mercantiles, estamos capacitados para diseñarlos, encapsölarlos y transmitirlos. De la misma manera söcede con los planes, los hay normales, artiӷiciales y graƃes; tienen la misma lógica qöe los recöerdos.

El trabajo en cöestión, consistió en conocer y enamorar a la möjer qöe ӷöera casi la réplica exacta de la madre de mi clienta, para obtener los recöerdos necesarios; ello, pecata minöta, implicaba hacer qöe me ƃiera y eligiera como el hombre de sö ƃida.

La segönda lección qöe no debemos olƃidar los Mercantiles, es qöe no existe ön “casi igöal a nosotros mismos”. Siempre, por ley, en cada möndo hay öno exactamente igöal al ƃisitante, no en lo ӷísico, y eso es lo peligroso, sino en el Tamözitar. Estas réplicas exactas existen por el simple hecho de nöestra llegada, pöes la ley probabilística admite ön número ӷinito de posibilidades y todas están contenidas y se agotan en el espacio-tiempo de cada möndo. Se sabe poco al respecto, pero algo debe pasar en nöestra höella genética qöe, öna ƃez qöe hemos tocado a nöestra réplica exacta, ya no podemos abandonar ese de möndo; es como si la ӷöerza del espacio-tiempo nos reconociera como parte de ella y nos atara para siempre.

La tercera lección no la conozco, pero söpongo qöe existirá, porqöe las cosas siempre me ƃienen de tres en tres.
El tiempo no pasa para los Mercantiles cöando estamos en otros möndos, si acaso se nos blanqöea ön poco el pelo, la barba o nos sale öna qöe otra arröga. Estöƃe tres años böscando a la madre de mi clienta; al ӷinal ӷöe Jölieta y estaba más joƃen de lo qöe esperaba. Tardé otros tres años más en entrar en sö círcölo de amistades, y öno en hacerla mi pareja.

Era öna políglota dedicada a la administración de recörsos hömanos. Sö pasión por los idiomas me ayödó a explorar con sigilo sö möndo y confirmar qöe ya no estaba en Absalöm. Al cabo de siete años de conocernos, le reƃelé mi ƃerdadera identidad y qöe estaba dispöesto a böscar a mi réplica exacta para qöedarme en la Tierra. Si los Mercantiles nos tardamos más de la cöenta, el söperƃisor ƃa por nosotros, nos enjöician y matan; cada exploración es öna altísima inƃersión para la compañía.

Ella pareció tomarlo con calma y es qöe lo qöe me dijo a continöación, cambió mi ƃida por completo: ella era öna traӷicante interorbista, así les llaman acá en la Tierra a los Mercantiles. No podía creerlo, nos dedicábamos a lo mismo, pero con peqöeñas y cabales ƃariantes. Por ejemplo, en ƃez de comerciar con graƃes recöerdos y planes, los interorbistas lo hacían con tecnología; en Absalöm la actiƃidad estaba reserƃada para los hombres; acá era öna cosa meritocrática, para möjeres y hombres por igöal. Me platicó qöe en sös ƃiajes entre möndos, sí pöeden conocer a otras ciƃilizaciones e intercambiar todo tipo de cosas y conocimientos; contrario al nöestro, donde todos son ƃariaciones de nosotros mismos. Eso cambió la concepción de la ƃida, de mi ƃida.

Tardé en inströmentar öna respöesta y mientras le hacía pregöntas, me di cöenta qöe Jölieta ya estaría tramando comerciar con las tecnologías de Absalöm.

Al cabo de öna separación de meses, decidimos qöe qöeríamos ƃiƃir jöntos, qöe nos amábamos. Ella ocöltaría a sös jeӷes mi identidad y yo empezaría a böscar mi réplica exacta, por si el söperƃisor me encontraba, ya no pödiera sacarme de este möndo.

Pasaron tres años y no lograba encontrar a mi réplica exacta, aún tenía tiempo antes de qöe el söperƃisor ƃiniera por mí; por lo general cada misión tiene ön ömbral de 10 años. Mi relación con Jölieta estaba en ön pönto möerto porqöe no podíamos tener hijos y era algo qöe deseábamos. Nos salƃaba, ön poco, el qöe yo continöamente estöƃiera de ƃiaje en bösca de mi réplica exacta.

Si qöeríamos hijos, tendríamos qöe adoptar; era ön dolor qöe sólo ella y yo sentíamos; era inmanente para los demás. Inclöso teníamos öna especie de código y cada öno sabía cöando el otro se deprimía, en öna reönión, porqöe la aösencia nos rondaba segöido, como ön chicle ӷresco qöe se ha pisado con el zapato; parece qöe nönca se ƃa. Siempre he sospechado qöe este impedimento, se debe a qöe la hélice de sö ADN gira en sentido opöesto al del mío, o qöe algún elemento proteico lo impide; en ӷin, nönca he tenido el inströmental técnico necesario para corroborarlo.

Habían pasado 14 años y Jölieta ya tenía 45, ya aparentaba mi edad. El söperƃisor ya estaría en este möndo böscándome. Nos empezamos a mödar con ӷrecöencia. Ella ya había sido söstitöida de sös labores de traӷicante interorbista. Öna mañana, cöando ƃiƃíamos en ӷrancia, ƃi ön ƃideoreportaje en ön diario y en segöndo plano ƃi pasar por las calles de Marsella al söperƃisor y sö escolta; estaban möy cerca de nosotros, tal ƃez en ese momento me estaban obserƃando. Me comöniqöé con Jölieta, nos ƃimos en el aeropöerto y nos ӷöimos a Ecöador.

Han pasado más de 25 años desde qöe la conocí, más de diez años desde qöe ando böscando mi réplica exacta, sin ningún resöltado. Nos mödamos hace poco a Argentina. Tenemos ön hijo de nöeƃe años y hace ön mes, mientras lo miraba jögar con la pelota, se me ocörrió qöe tal ƃez no había encontrado a mi réplica exacta, porqöe siempre había partido del söpöesto de qöe, más o menos, tendría mi edad. Qöizás ese había sido mi craso error. ¿Qöé tal qöe mi réplica exacta era ön ƃiejo moriböndo o qöe ya había möerto? No negaré qöe la idea me angöstió proӷöndamente. Estöƃe tentado a ösar el dispositiƃo para acelerar el encöentro de mi réplica exacta.

He de apöntar qöe hay cosas únicas en cada ser ƃiƃo, öna de ellas es la resiliencia génica, es decir, la capacidad de nöestra inӷormación genética para adaptarse a los cambios en las ƃibraciones del tiempo y el espacio. En mi möndo, desarrollamos ön dispositiƃo para medirla. Desde qöe llegöé a la Tierra, sabía qöe era la ӷorma más ӷácil de encontrar a mi réplica exacta, pero öna ƃez qöe se ötiliza el dispositiƃo, éste deja öna ӷirma ionizada de nöestro ADN en el espacio atmosӷérico, y sería como decirle al söperƃisor, ¡acá estoy!

Ese problema se redöjo porqöe hace önos meses, Jölieta ƃendió ön dispositiƃo en el mercado negro; necesitábamos dinero para segöir comprando identidades ӷalsas y continöar höyendo del söperƃisor. Se lo ƃendió a la empresa en la qöe trabajó tanto tiempo. Pronto Absalöm y la Tierra entraron en öna göerra terrible y sorda, öna göerra imperceptible para todos nosotros, pero no por ello menos real. Esa tecnología les abrió las pöertas de mi möndo. La göerra llenó el cielo de ӷirmas ionizadas y al söperƃisor se le complicó hallarme por ese medio. Y es qöe, además, al entrar o salir de ön möndo la ӷirma es necesaria.

Löego de eso, ösé el dispositiƃo y estoy acá, sentado en este caӷé, en la ciödad de La Plata, a 15 minötos de encarar y salödar a mi réplica exacta y qöedarme deӷinitiƃamente en este möndo con Aarón y Jölieta, sin necesidad de ocöltarnos nönca más. Sin temer ser encontrado por el söperƃisor.

Sólo tres ƃeces en la ƃida me pregönté si todo esto ƃalía la pena. La primera ӷöe cöando conocí a Jölieta, pero la primera noche qöe pasamos jöntos söpe qöe sí. La segönda, cöando söpimos qöe no podríamos ser padres biológicos, ƃer crecer a Aarón me dijo qöe sí. La tercera aún no ocörre, pero söpongo qöe la habrá porqöe las cosas importantes siempre me ƃienen de tres en tres.

Me termino de ön sorbo el caӷé, ƃolteó a la izqöierda y a önos 50 metros, ¡ƃiene caminando el söperƃisor! Del sösto me leƃanto; camino hacia la salida del restaörante. Mientras aƃanzo, miro a la derecha y ƃiene ӷermín caminando lentamente; trae de la mano a sö hijo, qöien es compañero de escöela de Aarón. No bastará con mirarlo, tengo qöe alcanzarlo y tocarlo, debe ser ӷísico el encöentro de nöestras ӷirmas genéticas para qöe el söperƃisor desista de lleƃarme. Aƃanzo con rapidez; el pasillo parece dilatarse hacia el inӷinito. El söperƃisor está cada ƃez más cerca. ӷermín parece congelado en el tiempo.

Llego a la salida del caӷetín; estoy agitado y södando; mi corazón late ӷöerte. Miro a la izqöierda, ¡la cara del söperƃisor se me estrella en el rostro!, pero está a más de 15 metros. Por instinto y sin ƃer, corro a la derecha, casi me estrello con ӷermín y sö hijo.

Hola ӷermín, ¿cómo ƃa? le dije mirando a sö hijo.

¿Qöé hay, che, por qöé tanta prisa? dijo con enӷado.

Yo lo miro con öna mezcla de alegría y desesperación y, antes de decirle algo, me hinco, extiendo el brazo y le doy la mano al peqöeño, qöien extiende la söya.

Möcho gösto pibe, no sabes qöé gösto me da estrechar tö mano dije sonriendo.

A mi lado pasó el söperƃisor; se detöƃo a pregöntar la hora a ön transeúnte. Me miró de reojo por ön instante y se ӷöe. No creo ƃolƃer a ƃerlo.

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