sábado, 18 de febrero de 2012

Tres Breves Ensayos sobre Tres Mujeres Ignotas

Cuando era niño, como de siete u ocho años, escuché en una plática de adultos, seguramente amistades de mi madre, hablar sobre el amor y no entendí nada; hoy, 30 años después, lo conozco; lo he experimentado, pero sigo sin entenderlo, aunque sostengo que es innecesario.

En aquella ocasión uno de los interlocutores decía que el matrimonio era resultado de un dilatado proceso de ensayos; recuerdo las palabras justamente porque no supe el significado de ninguna. Quizás este estigma haya permanecido a lo largo de mi vida: retener, casi hasta memorizar, los hechos o dichos que no entiendo. Tal vez por ello es que suelo apasionarme con mujeres a las que me resulta imposible descifrar; ni siquiera digo predecir, sería absurdo, pero sí conocer los principios de sus singulares reacciones.

Ante el sopor que me causa el recuerdo de algunas de ellas, me alivia pensar que el no poder acercarme para aprenderlas no es más que un ensayo, el dilatado ensayo que muchos han sentido de maneras tan diversas en sus vidas.

Hablo aquí de tres mujeres, cuya evidencia de mi existencia en sus vidas es casi nula.

Pero como la excepción hace la regla, he de confesar que sólo una de ellas guarda en su relicario mi pasado; fue mía en la única forma que uno puede poseer a otra persona: en secreto.

La Multiplicidad de sus Bellezas

¿Sabes?, recién me di cuenta: cada vez que miro las distintas bellezas que habitan en ti, se incorporan, desde mis entrañas, las distintas valentías que corresponden a cada una de esas versiones de vos: la guerrera, la ocurrente, la sensual y la carnal. Esas valentías que desgarran los velos de mi inmanencia, también tienen sus nombres: la tenaz, la optimista, la seductora y la carnal. Es un juego de correspondencias, de causa y efecto. La belleza entendida como verdad y la valentía, como recurso de libertad.

Fíjate que nuestras palabras son puente y frontera. A veces dos senderos inventados por nuestras huellas; la lectura de éstas, inveterada estrategia mediante la que nos aprendemos. Lectura y aprendizaje, trampa elegante cuando son falso dilema contra la vida. ¿Ser pacientes y prudentes y aprender su secreto alfabeto?… ¡No, jamás! Yo te quiero decir que si no existiera tu rostro sería la invención de mi deseo; y tu voz, el producto de mis ganas de escuchar que me nombras; y tus ojos, resultado de las ansias por sentir que el pincel de tu mirada, remata con ahínco los trazos de carbón que hay de mí en tus ganas.

En verdad que irte conociendo me ha dejado sentir mis viejas creencias como rejas. Ese ramo de fotos, Pangea de mis pasos, espacio de mi viaje, hidrógeno de mi mente. En él descubrí con sencillez y alegría que al mundo lo puedo sintetizar en tres fotos tuyas.

Pero hablemos de silencios: el de la sospecha causa ansiedad o angustia; el de la ignorancia es bastante terrible e incómodo, casi intolerable; el de la desconfianza, amargo y desgarrador; el de la inocencia es quedo, frágil, casi inexistente, casi consentidor y aterradoramente implosivo. En cambio, tu silencio deliberado es la confabulación de mis equívocos, el festival de mis desatinos y la premura que embarga nuestras afinidades.

Montaña. La Mujer de la Belleza Horizontal

Sí, me gustas, pero eso ya los sabes. Lo que no sabes es cómo me gustas, que es más divertido y entretenido.

Pero una declaración así, por más acompañada del diccionario y la historia, se pierde en las honduras del tiempo, si no es causa o efecto del cruce y engarce de instintos e intenciones; de tactos y humedades.

Quiero hablar de ti, de tu belleza. Probé algunas metáforas que sólo me condujeron a lugares comunes y ninguno trataba de ti. Entonces observé mi error: quería acercarte por medio de canciones y poemas escritos por otros para otras; incluso, esa estrategia empobrecía tu recuerdo. También caí en la cuenta que así te perdía: elusiva mujer de nariz escalena y mirada antigua; tan antigua, que cuando me miras siento que me abren la puerta a un verano europeo decimonónico, con tu nariz como puente.

Tienes varias bellezas; una es obvia: tu belleza vertical, cuyo emblema es esa nariz que funge de puente para acceder a otros tiempos. Pero esa belleza todos pueden verla, aunque no la entiendan; hay otra: tu belleza horizontal. Es posible que sospecharas de su existencia, que la percibieras como a veces sentimos a nuestros muertos queridos, pero sé que no la has descrito ni llevado en acucioso registro. Tu belleza horizontal contiene tus vidas, desde la niña con el vestido sucio y raído hasta la mujer con los muslos atléticos y tibios; como la vaina del ejote que a sus semillas alimenta y cuida. Todas las que eres tú existen en una comunidad que te nombra, arrulla y castiga; ese nombre que te desnuda y que hace que en el desamparo más terrible, adquieras nuevas cualidades para salir inerme y sonriente. ¡Ah, tu sonrisa! Es preciso hablar de ella, porque si bien tu nariz es el puente, tu sonrisa es el acertijo vencido de tu inteligencia y ternura, que permiten el acceso a tu belleza horizontal a la que se entra y sale por tus ojos.

¡Súbitamente, se me impone una ilusión!: Abres y entras por la puerta con fuerza, como una bofetada, como un felino furioso que descarna a su presa, como la primera rabia de un despecho. Caminas en varias direcciones. No me has visto y yo no sé si eres una proyección de mis deseos o soy yo el reflejo de un olvido o de tu descuido menos deliberado. En esa confusión te descubro de diferente manera y ya no puedo dejar de pensarte, entonces se me ocurre esto de tu belleza horizontal. Escribo y me doy cuenta que en ningún momento la defino. Me sorprendo porque en realidad no sé lo que quiero darte a entender con esa frase. Me digo: se escucha bonito, ¿pero no sé qué significa? Regreso de ese ensimismamiento repentino y, al cabo de un par de horas, sé, finalmente, que tu belleza horizontal no es un concepto y la frase no pretende definiciones; que tu belleza horizontal semeja un módulo de tiempos y espacios que incluyen lo que te rodea y a quienes te rodeamos; me implica escribiéndote en este momento: si estás en él todo me gusta más. Esta es una forma de aproximarme a tu belleza horizontal. Sin ti, este mundo, que ya no sé si es tuyo o mío, empieza a ser bizarro, habitable pero inaprensible, y sin embargo, paulatinamente, tú también te vas despojando te ti misma y te vas vertiendo en el mundo que vos, al parecer, creaste y en el que sin planearlo estás empezando a sentirte mejor; también inventada, por la belleza horizontal de la vida.

La Mujer y su Arqueología

El mundo es una invención de tu cama: a veces lo improvisa  y otras lo planea.

Sé que la noche que lo oscurece es arrastrada por tus párpados que simulan cansancio porque no son capaces de contener el sollozo carnal de tu entrepierna. Porque entre tus estertores y jadeos, sufres y gozas, porque eres incapaz de soltar las heridas y con ellas prefiguras tu muerte chiquita.

Soy la sombra que se ampara en tu noche; oscuridad que aprovecho para entrar en ti como un ladrón y en vez de hurtar, depositar testimonios de mi existencia en las grutas de tu ser. Así, en algún momento del porvenir, los arqueólogos de tus sueños e ilusiones te revelarán que siempre estuve ahí; por un tiempo te ocultarán que la historia no es como la venían contando, porque no sabrán cómo explicarte que la sonrisa que mostraste la primera vez que me viste, no fue sino el síntoma de intentar cuidar en mí lo que nadie vio en ti; y como no supiste diferenciar amor y ternura, creíste que te habías enamorado, pero no fue cierto, fue vecindad emotiva, ¡pero qué amo-tiva!

Y pensar esto y otras cosas, mientras platicábamos en la cama, nos fue enseñando a golpes, durante largos años, que el silencio es una de las rutas más directas al sufrimiento.

El amanecer es la evolución de tus párpados cerrados hacia su apertura, con ese perfume rosado ávido por impregnar las sábanas. De día, tus sueños e ilusiones continúan los trabajos de arqueología. Harán el descubrimiento de una colección de nuevas piezas: pinturas, armas y diversos instrumentos cuyas funciones serán inciertas. Pronto te interesarás en ellas. Algunas estarán incompletas; otras, simplemente rotas. Los dibujos parecerán pictogramas, pero eso se sabrá más tarde, cuando lleguen los criptólogos y filólogos. Algunos aventurarán que su antigüedad es considerable, comentario que te intrigará. Estarás muy interesada por los descubrimientos, pero lo más importante es que seguirás buscando un sentido, un nuevo significado a todo eso. Empezarás a sentir, con el pecho henchido y relajándose, que tienen más que ver contigo de lo que puedes imaginarte. Sabrás que hubo vida ahí, dentro de ti, pero en el desamor y la anticoncepción, el pasado de un minuto o de 20 años luce igual, como ruina de la pasión.

En el informe final, los arqueólogos hablarán de la correspondencia, que tus ojos me descubren el mundo, que en tu sexo miro futuro, y que las noches que me duermo contigo y las mañanas que despierto abrazándote, siguen siendo una operación del deseo.