martes, 28 de octubre de 2008

PRIMERA DAMA DE CARTA ABIERTA:

He nombrado a mis portavoces, para que te comuniquen mis entrañas; he abrazado la Quinta Enmienda sin ser estadunidense, para usarla como salvoconducto para cuando cruce la frontera del reino de tu distancia y no repetir la historia de Belerofonte.

Dejaré que Demian Rice te presente mis cartas: I can’t take my eyes of you, I can’t take my mind of you; que él mismo te describa como es tu lejanía: Cold water surrounds me now.

Permitiré que Ismael Serrano te indique: si se callase el ruido oirías la lluvia caer limpiando la ciudad de espectros, te oiría hablar en sueños y abriría las ventanas; que te insista: el amor es eterno mientras dura.

No claudicaré hasta que The Elbow te convenza: We have the driver and time on our hands. One little room and the biggest of plans; y que te aclare: The days were shaping up, frosty and bright. Perfect weather to fly.

Abogaré por que Andrés Calamaro te susurre: el desamor es el único crimen perfecto; que te declare, siguiendo a Chico Novaro: Estoy tratando de decirte que me muero por tener algo contigo, ¿es que no te has dado cuenta de lo mucho que me cuesta ser tu amigo?

La última vez que conversé con el viejo Alexander Botafogo, me enseñó que para conjurar al amor hay que pronunciarlo, pero que se corre el riesgo de invocar al alma de la locura: la terquedad; o al corazón del deseo: la pasión.


Dos húmedas lunas de octubre: tus ojos
Un quinqué en mi luna nueva: tu mirada.

Esa noche de julio fue consumida paulatinamente
por tu mirada que tiene más edad que tú, y sin embargo
no ha visto más de lo que tus ojos le han permitido.

Tus ojos son los orfebres de un talismán que atrae
más ilusiones que planes; me condenan al exilio de tu mundo,
sin saber qué identidad debo portar.

Una extensión de la rosa y sus espinas: tu cuerpo.
La confabulación de todas las bondades: tus labios.

He de confesar que tus brazos y tus manos
desdoblaron mi voluntad, y soberbios exhibieron
que mi amor tiene por patria todo tu cuerpo.

viernes, 17 de octubre de 2008

Caminando por el Parque Pilares: ¿Crisis Económica o Social?

Voy al cajero automático, saco lo que más se puede. Son las diez de la noche. Camino sobre Heriberto Frías y llego al Parque Pilares. Empiezo a cursar la vereda sur del parque, veo a algunas personas que están corriendo; otros, jugando fútbol. Observo la larga y delgada senda y sonrío; siempre me han fascinado los caminos porque significan y presuponen un avance. Después de detenerme por unos segundos, inicio la caminata mientras en mis audífonos empieza a escucharse Dream job de The Dears.

La noticia de la crisis retumba en mi mente y pienso: ¿Qué es la economía, al margen de sus definiciones académicas?, ¿acaso el terreno natural para definir, describir o interpretar la Justicia? Se me ocurre esta asociación de preguntas porque veo que el PIB per cápita mundial estimado en 2008, es de 9 mil 184 dólares.

Una versión de lo justo sería decir que todas las personas en el mundo deberían vivir con esa cantidad al año; sin embargo, no todas las personas han aportado lo mismo a la producción del mundo. Otra versión establecería que no, que cada quién debería tener lo que se merece con base en su trabajo, pero esto trasladaría el problema de la justicia a la diferencia de oportunidades en la vida.

De pronto, pareciera que la abundancia de versiones sobre la justicia no es más que un intento deliberado por no cambiar las cosas, es decir, buscar y lograr justicia en cualquier terreno sería trascendental porque dotaría a las sociedades de una sensación distinta no experimentada aún.

Voy a mitad de la vereda del parque. Observo a lo lejos a dos tipos y sé que me van a asaltar. Con mi padre aprendí a transitar por la Morelos, la Guerrero, la Merced; aprendí a oler a distancia a “los conejos”, a intuir cómo actúan previo a su cometido. Sé que se están preparando para abordarme. Yo sigo caminando lentamente mientras pienso en algunas alternativas: detenerme, desviar mi camino, tomar un atajo.

Con más negligencia que audacia, prosigo mi camino.

Pienso ahora en la distribución del ingreso familiar, el aspecto estadístico-económico que retrata y evidencia la falacia del PIB per cápita mencionado arriba. Para el año 2000, la distribución del ingreso en el mundo era algo así como la crónica de la iniquidad: el 1% de las personas adultas acaparaba el 40% de la riqueza; el 5%, el 70% de la misma; y el 10% de los adultos detentaba el 85% del total de los activos globales. Visto desde la otra perspectiva, el 50% de los adultos más pobres del mundo sólo poseía el 1.1% de la riqueza o activos totales.

Después de saber que el mundo genera riqueza y la cantidad “teórica” con lo que cada habitante del mundo podría vivir al año (PIB per cápita), y de comprobar que en la realidad dicha riqueza tiende a concentrarse en todos y cada uno de los países, ¿cómo puede sorprendernos que haya crisis? Todo esto no es más que resultado de la negligencia, jamás de la audacia. ¿De qué le sirvió a Occidente darle el Nobel a John Nash o a Amartya Sen?

¿Vienen a mí o voy hacia ellos? Es un juego en el que cualquier explicación está justificada por el síntoma de de la Justicia a nivel inconsciente; ensayaré la respuesta. La acción de retirar unos miles de pesos de un cajero automático cuando, quizás, más de mil veces les negué la limosna a los indigentes, debía desembocar en una devolución forzada y fraguada por el azar.

Pienso en la necesidad de asaltarme de ese par de infelices que están a 20 metros de distancia; y pienso en el deseo de los gobiernos por rescatar a un grupo de bancos y aseguradoras de la quiebra. La diferencia fundamental estriba en que los primeros necesitan quitarme mis posesiones pecuniarias porque desean mantener su estilo de vida a este costo; los segundos, en cambio, desean rescatar a unos cuantos porque necesitan que el sistema los siga proveyendo de privilegios.

Si invertimos, en cualquiera de los dos casos las variables necesidad/deseo, el resultado práctico sería el mismo, pero estaríamos justificando o definiendo la Justicia como fin, cuando en realidad es un medio de realización para todo quehacer humano.

La propensión marginal de mis pasos ha descendido casi a cero; mis futuros verdugos están descaradamente frente a mí, pues se han dado cuenta que los advertí a tiempo.

La audacia y la negligencia abandonaron el escenario; permanecen tres personas. Curiosamente las tres portan chamarras de la misma marca. Los nervios y el miedo, inminentes actores, hacen acto de presencia. Pero son los nervios por no ser llevados al reclusorio y el miedo por no quedarse sin dinero para el resto de la quincena.

¿Dónde está el miedo a perder la vida?; ¿los nervios por no equivocarse y dañar la integridad física o quitar la vida sin que esa sea su intención?

Pareciera que los valores humanos más elementales: la vida y la seguridad, los hemos referido exclusivamente a esferas posteriores, accesorias, secundarias. ¿Acaso ya no tenemos miedo a morir o matar?

Lo mismo pasa con la Justicia, su definición o su sentido lo hemos trasladado a la esfera de lo económico y eso nos está creando problemas (síndrome) socio-ontológicos y quizás socio-gnoseológicos. Lo mejor sería, que la Justicia se quedara en el terreno de lo social, arraigarla ahí para que en la esfera económica se aborde su solución.

Un par de jóvenes deportistas me levantan del suelo. Hurgo mis bolsillos y el dinero no está.

viernes, 3 de octubre de 2008

La Cultura de la Postergación

Algo pasa, hay tantos asuntos pendientes, tantos arrepentimientos, planes. La mente se nos inunda de cosas inconclusas, algunas de ellas quedarán así para siempre. Algo pasa, porque parece que la memoria le está arrancando pedazos de terreno a la imaginación, en nuestras cabezas, y esto no es más que el síntoma de que no se están haciendo bien las cosas.

Podemos pensar en una persona o en la sociedad contemporánea en su conjunto, y el planteamiento sigue siendo válido, creo yo, desde mi humilde trinchera virtual.

Pongamos por caso el 2 de octubre. Es increíble que sigamos entrampados en el recuento de los daños, cuando lo que debería estar ocurriendo es una experiencia social distinta: la Justicia. Pero para lograr justicia en algún grado, se requiere de personas en el Poder con la voluntad y la imaginación para romper inercias políticas, para quebrar la inercia del Poder que es la que impide que la imaginación se desarrolle y se confunda con la cotidianidad.

No estoy diciendo que la memoria o la historia sean infructuosas, al contrario, es de esas norias de donde se extrajeron los elementos para conocer a los culpables, pero en algún momento se distorsionó una de sus funciones (en este caso en concreto) porque no está desembocando en el ejercicio de la Justicia; las personas en el Poder han y están desdeñando la historia del país y, por lo tanto, la memoria colectiva de la sociedad.

A eso me refiero cuando digo que la memoria le va restando terreno a la imaginación.

Desde otra perspectiva: Algo pasa, estamos viviendo muy de prisa, sentimos que el tiempo no nos alcanza, pero éste es el mismo desde siempre; no hay evidencia de que las 24 horas del día se hayan hecho 23. Entonces debe ser que nos estamos recargando de responsabilidades en aras de la ¿productividad?; no lo sé.

Lo que sí está claro es que hemos hecho de la postergación una cultura que es lo mismo que fomentar la preocupación, palabra que ha cobrado un significado sumamente alejado de su significante.

La preocupación es ya más sinónimo de ansiedad que de la antesala de una actividad cualquiera. ¿Qué hacer cuando la ansiedad es el tamiz de las decisiones?

¿Cuánto tiempo empleamos para la reflexión? Es verdad, no hay tiempo. ¿Cuántas cosas no hacemos por inercia? Es verdad, casi ninguna.

Veo los cuadros de escritores consagrados, en todos veo paciencia al revisar un libro en un anaquel, al fumar un cigarro, al contemplar el horizonte. Veo un supermercado a la media noche y nos observo como fantasmas buscando sus cuerpos para por fin espantar esa soledad que deja tras de sí la desertificación de la imaginación y que no logra sosegar esa memoria harta de postergación.