jueves, 29 de mayo de 2008

Conversación en el Metro

Me tomé dos whiskeys irlandeses. En mis orejas retumbaban aún sus palabras: −¡Solamente quieres lo que no tienes! El azotón que le dio a la puerta ni lo escuché; todo se detuvo menos el reloj, menos mis pensamientos. Ella tenía razón, es decir, no estaba en posición de concedérsela.

Llegué a la estación de radio a preparar el programa. Eran las 19:43 horas y yo sin un guión, sin haber preparado la entrevista para Baturoni. Quizás llenaría el espacio con puras canciones. En mi cabeza sonaba la canción Carnaval de Brasil de Calamaro; la repetía hasta el final una y otra vez en mi mente, buscando respuestas a preguntas no elaboradas por Nadia ni por mí.

La conversación y las canciones de Baturoni fueron cabales para llenar el programa. Yo, empecinado en reconstruir el dolor de Nadia, no advertí la realidad hasta que estaba en el Metro e iba descendiendo las escaleras de la estación Balderas, rumbo a mi casa. Atrás de mí venían un par de estadounidenses parlando sobre fechas y horas; la verdad no les puse mucha atención.

Cuando llegué al anden, vi que el Metro estaba por partir; corrí, y detrás de mí ese par de extranjeros.

−We need to leave this country, tomorrow at mourning.

−Stop, Evans, Nobody knows anything, take it easy, man.

Los voltee a ver y lucían espantados en sentido lato, es decir, como cuando el Titán Pan, al ver la victoria de Zeus huyó y desde entonces las palabras pánico o apanicado funcionan como sinónimos de miedo o asustado. Ella que, por lo que pude entender, se llamaba Anna, no dejaba de mirar las estaciones de la línea en la parte superior de los vagones; Evans, parecía que intentaba buscar con sus ojos una mirada, su mirada, para que viera algo.

−We fuck it, Anna, we fuck it…

−Shut your mouth, remember we have to be strong, to forget, ella casi le susurraba.

Anna pasaba de la impaciencia al desdén y él, de la lontananza al miedo.

Yo dudaba porque mi inglés no es muy bueno; suelo pasar de la mala interpretación a la ignorancia del vocabulario en ese idioma. De pronto recordé un examen oral en inglés en el British Council, cuando un tipo se sentó frente a mí para examinar mi conversación; creí que ante mí estaba Winston Churchill, pero sobrellevé bien la conversación porque hablamos de Oaxaca y la APPO. Nos entendimos bien porque yo creí que me entendía y el, que yo estaba enterado.

−He was our friend, Anna; I feel like a…

−Please, Evans, he was a traitor overall…
.
Fue cuando me empecé a inquietar porque supe que estaba entendiendo una conversación en la que le habían hecho daño a alguien. No quise voltear a verlos y prevenirlos; opté por dejarlos suponer que nadie los entendía en ese vagón .

−We must to take the bus to Cuernavaca and disappear.

−Yes, off course.

Se bajaron en División del Norte; yo, proseguí mi camino hasta Universidad.

Pero al recordarlos, caigo en la cuenta de que ambos tenían los dedos manchados de rojo; acaso sangre.

Rememorando su conversación he llegado a suponer que estuve en presencia de un par de asesinos; con la atenuante de que en el morral de Anna, sobresalían pinceles; quizás eran dibujantes y platicaban sobre alguna película o una obra de teatro.

Probablemente mi subconsciente me jugó alguna broma, y a partir de esos pinceles que no percibí en primera instancia, y ese nerviosismo, fragué una proyección de la manera calculadora o frívola con que engañé a Nadia.

Un norteamericano asesinado en al Zona rosa, aparece fotografiado en La Prensa de hoy. Un extranjero en el corazón de Nadia me siento yo.

viernes, 16 de mayo de 2008

Los Otros

De fondo escuchamos la canción Solo, interpretada por el excelente cantante Juan Carlos Baglietto. El disco, Qué hacer en esta tierra incendiada sino cantar, 1994. Los arreglos, no estoy seguro, pero deben de ser de Lito Vitale, ya que es un disco a dueto entre dos gandes del rock argentino. El compositor de la canción es Jorge Fandermole..
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
"DE ALASKA a Argentina, de Túnez a Sudáfrica, de Kazajistán a Indonesia, de Noruega hasta Turquía, y en Oceanía; toda región del planeta, en todo hogar, en las calles, muchas personas amanecieron con una mancha en la cara. Ésa era grande, amorfa y perceptible; en los negros de color blanca; en los blancos, negra. Los morenos indistintamente mostraban una mancha entre esos dos colores. Algunos individuos la tenían en la mejilla; otros, en la frente.

Algunos no se percataron de ello hasta que sintieron que eran observados con severidad, y se escondieron en sus oficinas; otros, se dirigieron al doctor. De los que se miraron al espejo antes de salir de sus casas, algunos se reportaron enfermos, pero la mayoría decidió omitir el hecho. Los niños tuvieron reacciones diversas, a algunos de ellos les dio risa.

Los impactos sociales, políticos y económicos no se hicieron esperar.

Se desató una ola de suicidios a nivel mundial, sin precedentes; las bolsas de valores más importantes del mundo dejaron de operar, y las ventas de armas alcanzaron un máximo histórico por unas semanas; luego, la comunidad internacional cayó en la cuenta de la enorme cantidad de dinero en circulación que no tiene respaldo físico. Los combustibles, las drogas y los alimentos sufrieron un auge de precios de tal magnitud, que se frenó su comercio entre naciones.

En cosa de medio año permeó la barbarie y la rapiña, las negociaciones internacionales empezaron a fracasar; una Babel moderna. El entendimiento sucumbió ante la fuerza, al grado que el lenguaje requirió una serie de modificaciones ya que aquél es la forma más directa de comunicar el entorno, un entorno que ya no reflejaba el concepto de la mayoría de las palabras empleadas para negociar.

Fue así que las mentes más brillantes del mundo se reunieron en Brasil. Muchos de ustedes se preguntarán ¿por qué en este país?; yo tampoco lo sé. Lo cierto es que en los primeros diagnósticos se observó que todas las actividades humanas, lucrativas o no, habían experimentado una debacle de casi el 80%. Se calculó que la población, en el lapso de 20 meses, había descendido de más de 6 mil millones a poco menos de 5 mil millones. Los informes daban cuenta de la caída demográfica por país, pero es mejor no entrar en esos pormenores.

Los políticos propusieron avanzar en varios escenarios para recuperar un tipo de organización social que permitiera la convivencia. Se enfrascaron en acaloradas y productivas discusiones; por su parte, los poetas y escritores junto con los filósofos, optaron por tratar de explicar lo que había ocurrido. Poco después, la comunidad de científicos decidieron coadyuvar en ambas labores.

Con el tiempo, los niños y adolescentes empezaron a aprender a leer y escribir sin las aulas. Las amas y amos de casa también aprendieron a cocinar platillos diferentes; en términos generales la dieta mundial cambió.

Los años, como siempre, fueron el tamiz del conflicto.

Como era de esperarse, el grupo minoritario fue segregado y aislado en pequeños campamentos. La convivencia de la especie humana se basa desde siempre en la exclusión que es la peor de las consecuencias del orden, y su origen. Por antonomasia ordenar es excluir. El lenguaje también se basa en la exclusión, pues definir es limitar. Vivimos en un Universo de diferencias, no hay razonamiento que roce la igualdad, pero tampoco aspiración que no quiera lograrla, y ésta es la gran contradicción y virtud del ser humano: buscar ser lo que no somos.

Ese trayecto gnoseológico es el que ha mostrado lo mejor, lo más hermoso de la especie, pero también el que ha despertado sus peores pesadillas."

Lo que acaban de leer es un pequeño resumen sobre lo acontecido hace nueve años. Mi nombre es Ezequiel Robles y vivo en el Campamento Palenque, en México. Poco a poco los “otros”, nos han dejado conocer y leer los libros de la historia oficial reciente. Lo que no cuentan sus libros es que muchos de nosotros con tal de salir de estos lugares, hemos hecho muchas locuras para parecernos a los “otros”.

Hace años mi padre con sumo cuidado, como si se maquillara, estuvo quemándose con carbón el rostro con tal de ennegrecer una parte de su cara y escapar de aquí, fueron semanas enteras; no lo logró. Los “otros”, ahora sabemos, descubrieron que esa mancha facial que poseían era una alteración genética que ocasionaba una sobreproducción de melanina en ciertas partes de los rostros de la gente blanca, y una subproducción de la misma proteína, en los negros.

Mi madre solía contarme cuentos por las noches, recuerdo que me quedaba dormido viendo su rostro limpio, sin manchas. Decía que yo era hermoso, pero todos acá sabemos y sentimos que no somos “normales”.

viernes, 9 de mayo de 2008

Camino Soria *

DECÍA EL compadre Duero, José de Jesús Duero de Terrera, que no hay mayor pobreza que un hombre enterado, pero pobre. Cuando el poeta Antonio Machado lo cuestionó: − ¿A qué se refiere usted con pobreza, aquél le respondió: − Cuando digo pobreza digo incapacidad de aportarle una uva al prójimo. Machado escribió, entonces, el poema La tierra de Alvar González. No se sabe por qué no se llamó La tierra de Duero de Terrera.

Camino por mi hogar porque me gusta; no es una casota, pero es un gran hogar. Recorro su piso en “ele”; no hay paredes y no es un departamento loft.

Todos en la vida buscamos nuestro camino, y cuando los pasos no nos alcanzan para hacerlo, como dice Machado, tendemos a escarbar la tierra con tal de dejar esa huella que supone un siguiente paso; el peligro es crear un hoyo del cual ya no podamos salir ilesos. En ese momento tenemos que preguntarnos si lo que queremos es dejar huella o dejarnos hundir con tal de que alguien algún día tropiece con ese equívoco. En el fondo todo es por amor a la vida que en ocasiones tiene cara de mujer, hombre o proyecto; otras, de ambición, terror o colmenera.

Hablemos de Soria, de esa comunidad autónoma de Castilla y León. Hay una canción de Jaime Urrutia, de los mejores rockeros de España, que se llama Camino Soria. Ésta la escuché allá por 1989 y no la entendí; obvio, su letra está hecha para ciertos tránsitos de la vida: los treinta y tantos o más. Ahora que la escucho a menudo, la entiendo y la siento (se escucha de fondo).

Para mí, el Camino Soria es un recorrido por lo que quiero hacer y que me llevará a donde quiero estar. Todos tenemos nuestro camino a Soria; éste puede ser un Shan gri la, un Avalon o un Mu, pero en el fondo ningún apelativo satisface a ese recorrido, ni siquiera decir Camino Soria, porque lo importante, tal vez sin ser lo interesante, es sentirse completo.

Aquilato el tomillo y la vid que la vida me ha puesto; el cuaderno y el bolígrafo que me ha dado; la desesperanza y la ilusión indómita que me posterga constantemente.

Encontrar la canción, el poema, el ensayo, el libro y otra vez el poema que nos hace crecer, es el alegato de la vida por la vida y su mejor metáfora.

Suenan las trompetas y los saxofones, porque las primeras son el símbolo de la opulencia; los segundos, de la desgracia. ¿Qué camino escoger entre Guevara y Salinas?; yo, en lo personal, me quedo con Soria: y estoy en tránsito.
.
-----------------------------------------------
* Canción de Jaime Urrutia: Gabinete Caligari, España, 1987.

domingo, 4 de mayo de 2008

Decir que Lorena Viene a mi Casa

–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
Amigos lectores, he estado retirado de estos lares virtuales porque mi estancia en la vida ha experimentado algunas modificaciones. La más notable y concreta es que me mudé a un piso al sur de la ciudad.

La continuidad semanal se recuperará poco a poco…
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
FUE HACE años cuando la conocí. Su sonrisa es el único recuerdo claro de aquel día. El salón de clases se llenó con la media luna carmesí con que saludó a todos, sin pronunciar palabra alguna, apenas un amago de saludo con la cabeza. Un acertado profesor la sentó junto a mí.

Nos conocimos como lo hace todo mundo: preguntas cerradas, pero con respuestas abiertas. Fue muy rápido que la confianza se interpuso entre los dos. Yo la empecé a querer al tercer día.

Desde las primeras semanas supe que un día la iba a extrañar, pero no le di importancia al asunto porque también sabía que la nostalgia es uno de los accesos más eficaces al nítido recuerdo. Además, pensaba que no me bastaría sólo con la evocación visual; tarde o temprano precisaría rememorar la superficie de su piel, su olor y su sabor. Así la conocí, con la intención de conocer su origen y su alcance como mujer.

Hablar con ella era como jugar al memorama sobre la superficie de un reloj de manecillas; las piezas de su pasado y su presente se movían y eran pares; yo fui un peón y el jaque mate. Eso era parte de su encanto, la improvisación del día.

Nos íbamos en su coche a pasear por la ciudad; nunca tuvimos horarios ilesos. Un día le dije: − ¿Quieres ser mi novia?; segundos después ella respondió: − sí. En realidad dicha pregunta fue una manera de describir lo que éramos, y su respuesta, una forma de confirmación.

Momento, estoy omitiendo muchos detalles como el hecho de saber que yo la busqué por amor y ella, por soledad. Ésta era la gran herida de su vida. Una soledad que la perseguía entre las piernas, los senos y las cejas; una soledad que le había salpicado la mirada como cuando un coche a alta velocidad pasa sobre el charco de agua sucia que está frente a vos que vas de blanco a la fiesta.

No sé cómo, pero ella se las arreglaba para gobernar nuestra alegría. Alguna vez Octavio Paz escribió que la mujer atrae, y que el centro de su atracción es su sexo: inmóvil sol secreto. En Lorena no fue así; su atracción era la aventura que significaba que tuviera ideas y que las llevara a cabo. Yo me dejaba llevar. Fui un observador de su vida; mejor aún, el pivote al que se aferró para no perderse.

Todas las veces que hablé con ella por teléfono, respondió triste; todas las que la vi estuvo alegre. No era feliz entonces y antes tampoco, me contó en una cantina. Ese día, fuimos a mi casa por primera vez y la abracé y la inquieté. Ante mí, ya había desnudado su corazón y pensamientos; esa tarde, su cuerpo.

Horas después nos fuimos de ahí. La acompañé a su casa y en el transcurso del camino presencié el eclipse de su rutina sobre su humanidad.

Nos seguimos viendo varios meses hasta que el tren de vida de cada uno nos distanció. En realidad ambos estábamos esperando que eso ocurriera. Sabíamos perfectamente que no éramos el uno para el otro. Hoy creo que esa inminencia no nos incomodaba.

Pasaron los años y no volví a saber de ella; en realidad no la recordaba, y esto me parece increíble porque ahora lo hago con frecuencia. El desfile de recuerdos empezó un día que vi una película en donde sale la actriz Drew Barrymore; inmediatamente pensé: − es igualita a Lorena.

Ahora recuerdo que el último contacto que tuve con ella fue una vez que me habló por teléfono y me propuso vernos, pero yo estaba con otra mujer y no concretamos una cita, sólo un: − nos ponemos de acuerdo en la semana, una semana que no ha llegado, ni llegará.

Hoy que vivo solo sin soledad, pienso en ella. Es como recordar una película que fue tu favorita durante varios meses y un día la guardaste en la videoteca porque ya te sabías los diálogos.

Hoy sé que felicidad fue decir que Lorena viene a mi casa.